Recientemente, una buena amiga y compañera me manifestó su inquietud por las consecuencias de la generalización en el uso de la IA en términos de pérdidas de puestos de trabajo como el suyo, siendo Product Manager. Sin embargo, mi pronóstico es optimista a este respecto. Creo que la IA no solo transformará, sino que también mejorará la eficiencia y efectividad de los profesionales, creando lo que podríamos llamar «product managers aumentados».
Los únicos gestores de productos que deberían preocuparse por sus empleos son aquellos que no se adapten al uso de la IA. Tal como en su momento muchos empleados fueron prejubilados por no adaptarse al uso de Internet, quienes no adopten la IA serán desplazados por ser menos productivos que sus colegas que sí lo hagan.
De arte a ciencia: la evolución de la gestión de productos
La gestión de productos está evolucionando, y tiene un componente cada vez mayor de ciencia que de arte. En este sentido, la enorme capacidad de computación de la IA es un auxiliar muy útil. El temor proviene más bien de la capacidad de la IA para realizar tareas artísticas, esto es, aquellas que requieren más habilidad que conocimiento, que se basan en la intuición incluso sin que vaya acompañada de una profunda comprensión. Me refiero a tareas tales como concebir una campaña de marketing, redactar estrategias de producto o modular el discurso que hay que emplear para persuadir a cierta audiencia. No hay más que ver la protesta de los guionistas de Hollywood ante el intrusismo de la IA en su trabajo y su reivindicación de una regulación que proteja su profesión.
Desde que la IA generativa se desarrollara a mediados del siglo pasado, ha sido usada por algunos artistas plásticos. A principios de los 70, el británico Harold Cohen desarrolló un programa informático denominado AARON para crear pinturas que fueron exhibidas en museos. Inicialmente, AARON generaba dibujos en blanco y negro que Cohen coloreaba manualmente. Con el tiempo, el programa evolucionó para crear formas más complejas y eventualmente pudo generar imágenes a color de manera autónoma
La IA generativa imita la creatividad humana. Lo que asusta es que es capaz de crear obras que no solo pueden tener una perfecta ejecución, sino que resuenan emocionalmente y llevan la marca del creador que la maneja. Recuerdo cuando se pensaba que la IA nunca superaría la genialidad de un gran maestro de ajedrez. Porque este juego no es puro cálculo, sino también conocimiento del adversario y lucha psicológica. Cuando Kasparov fue derrotado por Deep Blue una computadora desarrollada por IBM con la capacidad de jugar ajedrez a nivel de gran maestro, se derrumbó esa creencia en que la máquina no podía aprender y adaptarse al estilo de juego del contrincante.
La IA como asistente en la gestión de productos
La gestión de productos es quizá hoy más exigente que nunca. La competencia aumenta. Las generaciones de consumidores cambian y hay que adaptarse a sus valores y preferencias. Las empresas y otras instituciones también evolucionan. La tecnología se actualiza a un ritmo que cuesta mucho seguir. En este contexto, la IA es una ventaja competitiva para quien la domina.
Al product manager no solo le hará más productivo descargándole de tareas en las que aporta menos valor, como por ejemplo crear variantes de productos o estrategias para distintos mercados, sino que será un ayudante de primer orden en sus funciones creativas.
La condición es que el product manager tenga una intuición y una capacidad de juicio que nunca, al menos eso quiero creer, tendrá la máquina. Si se deja a su propio criterio, esta puede llegar a tomar el mando, como HAL la supercomputadora avanzada en su misión a Júpiter en en la película “2001: una odisea en el espacio”.
